jueves, 13 de septiembre de 2007

Septiembre

Vuelve a ser septiembre, vuelven los recuerdos, los reportajes, las noticias y las estadísticas. Homenajes de un lado y del otro, viviendo cada uno su realidad: sus dolores y angustias...sus alegrías y festejos...

Yo tenía 7 años y recuerdo perfectamente...Tuve miedo, conciencia de qué estaba sucediendo y supe que no era bueno. Tal vez porque me enseñaron desde niño el respeto. Tuve una familia maravillosa, una madre maravillosa de la cual aprendí a ayudar, aprendí que debemos preocuparnos por los demás, que nos debe importar el dolor, la pobreza, la miseria, que debemos mirar más allá de nuestras paredes.

Mis hijos hoy tienen 8 y 5 años, la edad de muchos de nosotros que vivimos y crecimos conociendo historias de dolor y angustia. Me he preocupado de que sepan lo que sucedió, de que el país sufrió, que aún persiste la división entre nosotros. Me interesa que sepan, que no se olvide para que nunca se vuelva a repetir...

Tratamos en lo posible de que exista tolerancia, de que comprendan que deben respetar al que piensa distinto, al que no es igual, al inválido, al gordo, al que tiene más o al que no tiene nada.

Quiero que mis hijos crezcan como lo hice yo: con respeto y cariño y por supuesto que nunca deban pasar por la triste realidad de muchas familias que lloran la pérdida o aún no conocen dónde están sus padres, hermanos o amigos.



lunes, 3 de septiembre de 2007

Joaquín Ignacio

Hoy recibimos con mucho dolor la noticia de la muerte del pequeño Joaquín Ignacio Varos Rivas, alumno de primero básico del colegio al que asisten mis hijos. Teníamos esperanzas que saliera adelante, que pudiera resistir, que volviera a correr y jugar con sus compañeritos... pero no fue así... lamentablemente falleció dejando un tremendo dolor en su familia y en todos nosotros....

La muerte de un hijo es probablemente la experiencia más dolorosa y difícil que una persona pueda experimentar. Viola todo lo que podemos esperar del curso natural de los hechos.

Siempre hemos dicho, y es natural pensarlo, que los hijos deben sobrevivir a sus padres. En la mayoría de los casos, lo hacen. ¿Pero qué hacemos cuando nos encontramos dando la despedida final a un hijo? ¿Entonces qué? ¿Qué podemos hacer para ayudarnos a nosotros mismos en circunstancias tan espantosas?

La muerte de un hijo trae consigo una sensación abrumadora de injusticia por perdida de promesas, sueños sin realizar y sufrimientos sin sentido. Los padres se sienten responsables por la muerte del niño o niña, sin importar que tan irracional eso pueda parecer. Los padres también pueden sentir que han perdido una parte vital de su propia identidad.

Sinceramente creo que todo esto es poco. Los que hemos experimentado situaciones límites con nuestros hijos conocemos del dolor y la angustia que esto significa...somos responsables por el cuidado y bienestar de nuestros hijos...nuestra misión es que ellos crezcan y se desarrollen plenamente...que el ciclo de vida se desarrolle sin contratiempos, verlos crecer, apoyarlos en sus primeras decisiones, acompañarlos en sus momentos más felices, cuidar de sus hijos, hasta que ya estén preparados y podamos partir tranquilamente...así debe ser y no al revés...

Yo veo en los ojos de mi hermano aún tristeza, han pasado casi 18 años y estoy seguro que el dolor es el mismo....que los sentimientos permanecen y que una parte de él murió también ese día.

La verdad estoy triste, trato de pensar en esa madre, en ese padre y no soy capaz de imaginarme el dolor, no logro dimensionar el sentimiento que hay en ellos....que pasa en esa familia, que viene hacia adelante...no me imagino cómo se supera la muerte de un hijo...

Estoy seguro que estamos todos con esa familia, que queremos acompañarla, que queremos decirle muchas cosas, pero recuerda que, a veces, el silencio es la mejor respuesta....